martes, 22 de julio de 2014

Ganadora del concurso del relato

Y al fin, después de tanta (y tanta) espera sale a la luz la ganadora de nuestro concurso en el que invitamos a la gente a que siguiesen con un relato que nosotros propusimos.
 Gracias a todos por participar, ha sido muy difícil decantarse por uno solo ( y hemos tenido dificultades a la hora de publicarlo), pero nuestro ganador es... (redoble de tambores):

Andrea

 La hemos elegido especialmente por su gran uso del lenguaje, que nos hacía poder ver todo lo que sucedía con nuestros propios ojos y nos mantuvo en tensión hasta el final.

Morir por amor


Las campanillas de la chocolatería “Delicias” me dieron la bienvenida que esperaba, había venido en varias ocasiones para asegurar el terreno. Los clientes habituales sentados en la barra me saludaron con un breve movimiento de cabeza. A lo largo de esta semana, se podría decir que yo también me había convertido en un cliente habitual. No quería levantar sospechas.

Me dirigía hacia la mesa del rincón que había adoptado como mía, desde la que dominaba todo el local, sin apenas ser visto. Y palpé la pistola que tiempo atrás había colocado ahí, bajo la mesa.

Todo estaba preparado para comenzar la misión. Entonces ocurrió. La puerta se abrió y apareció… ELLA.

Agucé la mirada, la repasé de arriba abajo, sin saltarme ni un solo milímetro de su cuerpo, quizás me equivocaba…Pero no, era imposible, era inconfundible, no existía mujer más bella en el mundo, era ella sin duda alguna. Caminó despacio, esbelta, contoneando su hermoso cuerpo, se sentó en una mesa cercana a la barra. Todos los allí presentes la miraban con curiosidad, tenía la atención de todas y cada una de las miradas de la chocolatería. El camarero se acercó a ella extendiéndola la carta, ésta la cogió con su delicada y blanca mano, con la otra se retiró su largo cabello pelirrojo, colocándoselo detrás de la oreja, sus pequeños ojos felinos de color verde examinaban con atención los distintos chocolates que contenía la carta. Se pidió un chocolate caliente con nata por encima, lo mismo que pedía antes, no había cambiado en absoluto, bueno sí, un poco, ahora era aún más bella que cuando me dejó seis años atrás. Ni si quiera se había percatado de mi presencia, ni si quiera se acordaría de mí.
Retiré la mirada y sacudí la cabeza intentando centrarme de nuevo en mi misión. Bebí un pequeño sorbo de mi chocolate caliente, cuando volví a oír aquellas campanillas tan peculiares de la puerta, anunciando la llegada de alguien. Levanté la mirada, un hombre vestido de negro acababa de llegar, llevaba un gorro negro que le tapaba prácticamente hasta los ojos. Miraba de un lado a otro, nervioso, como buscando a alguien. Tenía que ser él. Me levanté precipitadamente de mi mesa, olvidando pagar la taza de chocolate, me encaminé a la puerta. Me coloqué junto al hombre de negro, que me miraba curioso, le agarré del brazo y tiré de él, llevándole fuera de la chocolatería.
-¿Quién eres? ¿Qué haces? ¿Qué quieres de mí? – gritaba mientras yo le tapaba la boca empujándole al callejón contiguo a la pequeña cafetería.
-No te hagas el tonto, sabes a lo que hemos venido – le dije que conto amenazante, saqué la pistola de mi pantalón y la coloqué junto a su sien. – Ahora, dame el dinero – le dije al oído.
- ¡Eh¡ – gritó alguien a mis espaldas, me giré asustado y la vi, la joven pelirroja me apuntaba con una pistola. –Creo que te has equivocado de persona, lástima Eduardo, volviste a fallar – me dijo guiñándome un ojo con crueldad, jamás habría imaginado que el contacto de Enrique fuese ella, jamás la habría imaginado metida en estos asuntos. Pero ya era tarde, a ella jamás la podría hacer daño. No pude reaccionar, apretó el gatillo y una bala se clavó en mi pecho veloz, caí al suelo mientras la vista se me nublaba, lo último que recuerdo son aquellos preciosos ojos verdes…






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